El niño que vive en un mundo audio-visual por lo general, tiene poco vocabulario y leer le supone un esfuerzo adicional, explica M. Teresa Arregui. Para que el libro no se transforme en una tortura, es fundamental que trate sobre temas interesantes, que lo atraigan. Por eso, les gustan tanto los libros en los que hay un misterio por resolver o aquellos en los que sus protagonistas viven increíbles aventuras. “Que primero sean “ávidos” lectores; luego, ya mayores, escogerán solos literatura de buen nivel”, señala M. Teresa Arregui.
Novelas de terror:
A pesar de la crítica desfavorable de los expertos y de los temores de los padres, este mini subgénero se lee con fruición por los niños desde los ocho años. Los millones involucrados en sus ventas se deben, en cierto modo, a la publicidad de sus colecciones, sus títulos llamativos, -”Chantaje mortal”-, el diseño de sus portadas -con cuchillos ensangrentados o adolescentes en peligro-, sus llamados desafiantes: “no lo leas por la noche” o “te pondrá los pelos de punta”, y, a los rasgos de estos relatos. Los protagonistas son dos o tres años mayores que los lectores, lo que a los niños les convence, los adultos están ausentes o tienen un papel secundario, surge un misterio en el que se ven involucrados, y provoca un miedo controlado. Es decir, quieren sucesos espantosos, pero existen las herramientas o medios para enfrentarse a ellos. En otras palabras, la estructura se asemeja a las que empleara la exitosa Enid Blyton, pero, esta vez, con los ingredientes extras necesarios para captar a un público empapado de cine y televisión.
“Pese a las apariencias, -señala Luis Daniel González, en “El éxito de las novelas de terror para niños”- la mayoría de estos relatos son inocuos e incluso ingenuos: da igual llenar la imaginación con monstruos tecnológicos que con ogros y brujas medievales”. No hay que olvidar que la abuela de Caperucita es devorada por el lobo, a Blancanieves la envenena su madrastra y Pulgarcito es descuartizado por el ogro. Desde siempre los educadores han visto con buenos ojos encauzar los miedos infantiles a través de la ficción. Giani Rodari, en Gramática de la Fantasía, señala que el niño puede “jugar a tener miedo”: se asoma al peligro con la certeza de que no le pasará nada. (No confundir con la pedagogía del terror, que puebla la mente de los niños con monstruos y amenaza con el viejo del saco).
Si bien algunos expertos le niegan la calificación de literatura infantil o juvenil, otros los defienden por el mérito de atraer al lector: “no sirven los excelentes libros que nadie lee”. Por eso aunque existe el peligro de que se convierta luego en un adulto que no salga de los thrillers o de las novelas rosa, también puede ser que, a través de ellos, descubra el gusto por la lectura y luego se interesen por libros mejores. Por eso, más que descalificar a priori, hay que ser cuidadoso en la elección.
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