Todo empezó en París,
la rana y el sapo se conocieron allí,
a orillas del río Sena,
al saltar del agua para salir.
Los dos empezaron a hablar
y, a partir de ahí,
no pararon de quedar.
Unos días iban a jugar,
otros decidían pasear,
pero su único fin era,
no dejar de hablar.
Pasado un año completo,
celebraron con una cena
su amistad, para no olvidar jamás,
que eran para siempre,
amigos de verdad.
Juan Carlos Pareja Aguayo, 6º B
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